De pronto me vi inmerso en “Los Miserables”… Me llamaron para trabajar como refuerzo en los cambios de vestuario del musical, y de un día para otro me encontré metido de lleno en ese mágico mundo de sueños hechos verdad. Los cambios eran tantos y tan rápidos, que los camerinos, los vestuarios, necesitaron instalars
e justo detrás del escenario. Y allí, en las tripas de aquella magna producción sentía latir cada día en cada uno de los preparativos, en cada uno de los ensayos de la obra toda la fuerza que proporcionaban los secretos de entre cajas… Vestidos, pelucas, utensilios inertes que de pronto irían llenándose de vida al son de las luces y de la música.
Yo, en mi faceta de actor, ya había actuado en esa misma sala argenta del palacio de festivales cuando hace algún tiempo allí se habían escenificado óperas. ¡Y ahora, me encontraba realizando eso mismo que me hacían a mí cuando estaba entonces en el lugar de los actores!… Curiosamente a uno de ellos lo conocía de Madrid, y me lo encontré allí, ¡era yo quien le ayudaba a vestirse!… En más de una ocasión me dieron ganas de ponerme una de aquellas vestimentas y lanzarme al escenario…
Yo contemplaba esas espectaculares escenografías, las andanzas de los actores… Éstos, a su regreso, debían de renovar rápidamente su vestuario con las prendas de la nueva escena…Había momentos en que les esperábamos en una de las calles, de las salidas laterales, con la camisa y su correspondiente chaleco preparados para que de este modo pudieran ponérselos limpiamente y con rapidez, para no perder tiempo. Un engranaje perfecto para que todo discurriese como era necesario…
Allí, tras el telón, escuchaba el suceder de las escenas,sus voces, y un trejemaneje escondido de cables y aparatos, de técnicos y estilistas que debiera de parecer invisible, que era preciso pasar desapercibido para el gran público…
Hubo un momento mágico… Coincidiendo con el ensayo de uno de los números musicales tuve que salir por un lateral, y desde un lado de la sala me detuve mirando al escenario… Una de las protagonistas interpretaba la emblemática canción “soñé una vida”, y de pronto me quedé quieto, sin poder moverme, hipnotizado por aquel momento. Me emocioné, casi al punto del “síndrome de stendhal”,… Aquello me llegó hasta lo más profundo de mi ser… Y me transporté.
De repente., Recuerdo que al volver de nuevo tras el escenario, me costó lo suyo volver en mí, olvidarme un poco al menos de aquel instante mágico que acababa de vivir…
El día del estreno vi la obra… Me costó obviar el engranaje de aquel magno espectáculo, de todo aquello que había detrás. Pero finalmente disfruté del resultado: cambios sutiles de escenografía donde de pronto te veías en otra impresionante escena sin darte cuenta, soberbia luminotecnia, voces prodigiosas,… Y un vestuario del que muy directamente yo formé parte…
Qué bonito haber podido participar de alguna manera en este legendario montaje…