Durante el último par de años, el que más y el que menos se ha apuntado al mismo comentario, un mantra repetido hasta aceptarse aceptado como una verdad científica, o casi: “El elepé… ¡¡¡ha vuelto…!!!”. De esta forma, el persistente susurro de la vox populi nos estaría indicando incluso que la viabilidad comercial de los vinilos ha revitalizado de forma apreciable las -algo más que alicaídas- ventas de la industria; de hecho, muchos veteranos habríamos asumido, con alegría cómplice, que toda una nueva generación de consumidores elige el tocadiscos y el álbum clásico como su forma preferida de disfrutar de la música.
Pues no. La asepsia imparcial de las estadísticas cuenta otra historia, por completo distinta: tomando como referencia el mercado británico en los primeros nueve meses del 2013, el supuesto fenómeno de reconquista del mercado que el formato del álbum clásico estaría protagonizando, no se refleja en absoluto en los números, tan fríos y reales, que se presentan ante cualquiera que desee echar un vistazo desapasionado.Así las cosas, el cacareado aumento en la porción del pastel que el álbum de vinilo puede reclamar (de hecho, son sus mejores cifras en 12 años) se traduce en que el medio millón largo de elepés despachados durante este periodo tan solo representaría un pírrico 0.8% de las ventas totales generadas en el Reino Unido, una sangrante derrota de ¡99-1! contra el resto de formatos en oferta.
Repasando al detalle la lista de estos álbumes en el contexto general del presente más visible del pop, aún se puede apreciar mejor el carácter un tanto insular y secundario de una apuesta así, donde encontramos hypes tan trabajados (y costosos) como el de Daft Punk compartiendo liderazgo con el retorno de fondistas de variado perfil legendario (un David Bowie, unos Black Sabbath), junto a la exquisitez “oficial”(= avalada por la crítica) de artistas relativamente más recientes como Nick Cave & The Bad Seeds, , Vampire Weekend, Boards Of Canada o Atoms For Peace, que disfrutan por norma de una base de fans dispuestos a completar su colección con las consabidas múltiples ediciones y soportes de cada nueva entrega discográfica de sus héroes…
Evitando la tentación de falsas melancolías, es cierto que este rey camina definitivamente desnudo, y, aunque en el proceso nos quiten nuestro juguete, acabaremos por asumir que la imparable propaganda de las multinacionales ha generado un estado de opinión nada compatible con el interés real mostrado a la hora de pasar por caja con el “tan” deseado elepé.
Un golpe bajo a esa ensoñación colectiva que, nutrida de una nostalgia muchas veces prefabricada, nos permite imaginar al vinilo reinante y triunfal, de nuevo hegemónico, atribuyéndole el logro de una infalible experiencia de escucha cabal, disfrutada a fondo, del todo completa, frente a los placeres de la inmediatez, un tanto frívola e insulsa pero asumida sin complejos, del audio digital en sus versiones más pujantes y globalmente exitosas.
Los hijos de esta revolución en marcha, brecha generacional incluida, no parecen estar por la labor. Y sí, ellos deciden.